Desde que Julio Alak asumió la intendencia de La Plata en diciembre de 2023, su mandato ha experimentado una oscura transformación. Al principio, se le veía como un dirigente peronista prometedor, un baluarte de la militancia y la lealtad a los sectores populares, capaz de impulsar cambios que parecían destinados a modernizar la ciudad, recordando al Alak de los 90. Sin embargo, en pocos meses, la administración se convirtió en sinónimo de despidos masivos: alrededor de 1.800 cesantías en los primeros meses, con proyecciones que alcanzaban las 5.000 a lo largo del año.

Lo que en otro tiempo se perfilaba como la figura heroica de un líder que abrazaría la justicia social, hoy se revela en un tono de telenovela cinematográfica. Alak, al mejor estilo Hollywood como en la saga Star Wars (LA GUERRA DE LAS GALAXIAS) donde el Protagonista querido por todos TRAICIONA y se vuelve el villano emblemático de todos los tiempos, analógicamente Julio ha pasado de ser el símbolo de una esperanza peronista a encarnar al villano moderno. Se ha transformado en el verdugo implacable de los trabajadores más desprotegidos de cooperativas y empleados municipales, vulnerando sus derechos con la frialdad y la brutalidad que recuerdan a un despiadado "gorila" de leyenda.

La advertencia de Evita resuena con fuerza en este escenario: ella temía a los “Julio Alak” de la política, a esa oligarquía interna que corroe el ideal peronista desde su propio seno, y no tanto a la oposición que, en otros tiempos, parecía derrotada aquel 17 de octubre. Y, en efecto, las decisiones de este exlíder han encendido la mecha en el ambiente sindical y político. En la Confederación General del Trabajo (CGT) Regional, figuras como Antonio "Nino" Di Tomasso (UOM), Julio Castro (SOSBA) y Héctor Nieves (UPCN) expresaron su indignación, señalando que el sindicalismo local fue dejado al margen de los espacios de gestión, pese a su apoyo electoral.

La tensión se palpó también en el Centro Administrativo Municipal (CAM) de La Plata, donde trabajadores de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) salieron a protestar. Entre ellos se escuchó el reclamo desesperado: "Hace tiempo que venimos pidiendo una recomposición salarial, estamos en un contexto muy complejo, la plata no alcanza para nada". Mientras tanto, el propio Alak justificaba sus medidas, calificándolas de necesarias para “poner en orden la planta municipal”, un argumento que poco reconforta a los sectores que claman por justicia laboral. Críticas provenientes de la izquierda –entre ellas las de Luana Simioni, ex candidata a intendenta por el Frente de Izquierda– exigen el cese inmediato de los despidos y denuncian una creciente precarización.

La ironía trágica de la historia se intensifica al evocar la figura de Anakin Skywalker. En sus inicios, Alak se mostraba como un salvador, un líder destinado a encarnar la esperanza y la defensa de los más vulnerables, tal como el joven Jedi prometía restaurar la paz. Pero, al igual que el destino de Anakin, que lo transformó en Darth Vader, el mandato de Alak tomó un giro oscuro e inesperado. En lugar de continuar la senda del idealismo, se metamorfoseó en el villano que, dejando tras de sí un rastro de inseguridad y abandono en cada esquina de la ciudad.

Rodeado en su época de gloria por cuadros políticos que luego se convertirían en luminarias del futuro, emergió una figura que hoy se presenta como un viejo, enfermo y patético personaje. Quien supo arrebatarle el municipio a Julio Garro —su propia creación— con una victoria en la junta electoral, de 606 votos de manera cuestionable.

Como la decadencia de los boxeadores estrellas, cuando en su última pelea terminan en el knock-out del ostracismo y el olvido.