El gas natural es un recurso clave en la economía argentina, tanto para los hogares como para las industrias locales. Su precio, fundamental para más del 53% de la matriz energética nacional, se enfrenta a un escenario complejo, donde los precios internacionales y las dinámicas internas deben equilibrarse para garantizar el acceso a un servicio esencial sin generar distorsiones.
En un contexto global caracterizado por la volatilidad de los precios de los hidrocarburos, surge la necesidad de desvincular los precios internos de gas y electricidad de las fluctuaciones internacionales. Este enfoque podría ofrecer una estabilidad económica tanto para los consumidores nacionales como para las empresas que dependen del gas para sus operaciones.
Precios internacionales y la competencia global
En este sentido, los costos de producción de gas no convencional, particularmente en los yacimientos de Vaca Muerta, juegan un papel crucial. A diferencia de los precios de gas en Estados Unidos, que se ubican entre los 2 y 2,5 dólares por millón de BTU (MMBTU), el valor del gas en Argentina es considerablemente más alto. En 2023, el precio local de PIST (Precio de Ingreso al Sistema de Transporte) superaba los 3,50 dólares por MM BTU, lo que representa un 71,5% más que el promedio de los precios en el "Henry Hub" estadounidense.
Este desajuste de precios hace que el gas argentino, a nivel de exportación, pierda competitividad. Para poder competir en el mercado global y suplir la demanda de GNL (gas natural licuado), Argentina debería reducir drásticamente su precio de producción. La clave radica en los costos de producción de los pozos horizontales en Vaca Muerta, que permiten extraer gas a un costo directo de 0,75 dólares por MM BTU, pero cuyo precio de equilibrio real debería rondar los 1,50 dólares por MM BTU.
El costo de la competitividad: una balanza difícil de equilibrar
Sin embargo, reducir el precio del gas interno, aunque necesario para potenciar la exportación, no es una tarea sencilla. Esto implicaría una disminución de hasta el 60% del precio actual del gas, lo que afectaría directamente a los actores dominantes del mercado, como YPF, Shell, Total y otros. Estos conglomerados controlan la renta de Vaca Muerta, lo que limita la competencia y genera una concentración que podría poner en riesgo el acceso equitativo al recurso.
Además, esta reducción también tendría efectos sobre los costos de generación de electricidad. Si el precio del gas se alinea con los estándares internacionales, los costos de generación térmica podrían bajar considerablemente, situándose en valores cercanos a los 50 dólares por MWh. Esto se traduciría en una notable disminución de las tarifas para los consumidores, tanto residenciales como industriales, que hoy enfrentan una carga económica creciente.
Un futuro incierto para la tarifa interna
El panorama energético argentino se presenta con muchos desafíos. La necesidad de un ajuste en los precios internos del gas y la electricidad no solo está relacionada con la competitividad de las exportaciones, sino también con el bienestar de los consumidores. De no modificarse la estructura de precios, el país podría enfrentar no solo un sobreprecio en las tarifas domésticas, sino también una mayor dependencia de las importaciones de gas, afectando aún más la economía interna.
En conclusión, el gas natural argentino enfrenta una encrucijada entre la estabilidad del consumo interno y las ambiciones de exportación. Si bien la renta generada por Vaca Muerta es considerable, la estructura de precios debe reconsiderarse para que el país pueda competir en el mercado global sin perjudicar a los ciudadanos y a la industria local. Un ajuste en el precio de gas a niveles más competitivos podría ser la clave para equilibrar ambas necesidades y abrir un futuro energético más sostenible.